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miércoles, 26 de agosto de 2020

Sammy

 

Sammy me despertó para decirme que un aparecido le dijo durante el sueño que pronto moriríamos. Narró con sumo detalle y sin pausas cada deformidad grabada en aquel rostro, además del río de gusanos desbordando desde la fétida boca.  


—Déjame dormir, esas mamadas no existen, vente ya no llores; te puedes dormir cerca de mis pies— dije, pero la vi muy preocupada, y no tuve más remedio que acurrucarme junto a ella.


Por la mañana nos levantó una explosión tan fuerte que por poco creía que el mundo se iba a terminar, como en las películas que a veces veía con mi papá. Ella rompió a llorar y corrió hacia la puerta clamando por mis padres. Ambas ignorábamos lo que sucedía en la calle en ese momento, entonces, alguien comenzó a golpear la entrada mientras rogaba que les dejásemos entrar.


—!Salma, muévete de ahí¡— grité, al tiempo que un zumbido cruzaba la ventana tan rápido como el relámpago anunciando la primera lluvia, y vaya que llovió con fuerza, pero no fueron gotas de agua. 





 

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