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viernes, 30 de octubre de 2020

 

Tuvimos una televisión donde mi padre y yo solíamos ver películas de terror todos los viernes durante mi niñez, ese era nuestro ritual secreto. Según mi papá, ese viejo aparato comprado durante un viaje a  Laredo tenía la particularidad de que sólo captaba la señal los viernes a medianoche, nunca supimos por qué. 


Tiempo después crecí y las cosas cambiaron mucho entre nosotros. Uno de esos días salió a comprar  pero ya no regresó, lo buscamos por todas partes, después de eso, no volvimos a saber más de él. 


Años más tarde, mamá adquirió una rara enfermedad por culpa de una tipa que le estornudó en plena cara. Yo me dediqué a cuidarla pero su cuerpo no resistió y a los pocos meses también se fue, y con ella mis deseos de seguir aquí, ella era lo único que me mantenía en esta casa. 


Pasaron semanas hasta que decidí empacar y vender la propiedad, una noche mientras revisaba el cobertizo encontré el viejo televisor, sepultado entre torres vencidas de periódicos y revistas de manualidades. Era tal como lo recordaba: un cubo color negro mate con un par de largas antenas plateadas, esperé hasta la hora indicada y lo encendí, pero este ya no proyectaba ninguna película sino el rostro encapsulado y suplicante de mi padre. 

viernes, 23 de octubre de 2020

 

Agotado.

cual sol de piedra

voy herido en el ocaso. 


Adentro el puño zurcido

tiñe cien mil palabras

de lumbre.


Caen las noches

oscuras sobre 

el vientre plegado. 


Y mi cuerpo inventado cruje 

para ya no levantarse. 

martes, 13 de octubre de 2020

Sudor y grasa

 

El último autobús del día no ha llegado y la parada hace media hora que se quedó vacía. Traté de llamar a la casa pero en todos los intentos la línea sonaba ocupada, no me gustaba este rumbo porque siempre sucedían cosas terribles la mayor parte del tiempo, apenas habían asesinado a un hombre que vendía tamales dos calles adelante, tenía la cabeza rapada y medía un metro con sesenta y cinco, le habían desfigurado el rostro a golpes como producto de una venganza, dicen que la policía lo encontró apretujado dentro de su propia olla. 

Otra persona corrió una suerte similar, aquí mismo donde estoy parado. Era una mujer de setenta años, vestía un chal sucio con  grandes manchas de aceite y comida picante, no tenía hijos ni familiares cercanos, al menos eso decía la nota. 

A decir verdad, era difícil saber cómo habían sucedido las cosas porque los periodistas y las personas en general tan sólo son capaces de interpretar una parte de la realidad, cada quien aportó su propio grano de arena para construir toda una trama en torno a los hechos y, creo que los nervios me hacían pensar demasiado. Decidí que era mejor caminar que esperar aquí, donde aún apestaba a sudor y manteca. 

La calle se alargó como una serpiente negra tapizada de motas fosforescentes de la cual no alcanzaba a ver la cabeza, alguien pitó varias veces pero no tuve deseos de voltear. La luz de unos faros se desparramó sobre el asfalto caliente y un vehículo de la línea urbana se detuvo a mi lado, su sombra cubrió el parpadeo de las lámparas sobre mi cabeza. Era larga y rectangular, más parecía la silueta de un féretro que de un camión, la puerta se abrió como la mandíbula de un gigante y una voz amable me invitó a subir. 

— Ya es tarde joven, súbase, no le vaya a pasar algo malo allá afuera.

Aquello no me generaba confianza pero ya pasaban de las diez y no tenía otra opción— ¿pasa por Constituyentes?— ya era ganancia que al menos me dejara cerca.

— La verdad no pero lo puedo llevar, no hay pedo conmigo, no se preocupe yo ya voy a entregar el camión. 

El conductor era un hombre de mediana edad, vestía camisa blanca, su barba era muy abundante como si no se hubiese afeitado en meses. No sé si fue efecto de mi propia ansiedad porque a la luz de los tubos neón creí haber visto regordetes gusanillos color crema juguetear entre la nuca y el cuello de su camisa. Preferí no pensar más en ello y por seguridad me fui hasta el último asiento de la fila contraria, intenté llamar de nuevo a mi casa pero esta vez no hubo señal, el trayecto me parecía largo pero traté de no sugestionarme porque de lo contrario la situación se pondría peor pues aquí arriba, como en la parada, también apestaba a sudor y grasa. 

El vehículo se detuvo y una pequeña figura bajó primero, después recordé que no había más tripulantes salvo el conductor y yo. La puerta se abrió otra vez y de nuevo escuché ese tono tan afable y servicial. 

— Servido joven, vaya con cuidado y fíjese donde pisa porque aquí es donde se bajan todos los muertos.

 

Si deseas llevarte algo

llévate algo más que mi nombre,

llévate muy lejos de mí lo blanco del ladrido

aleja la embestida que aún persiste bajo mi lengua

llévate de mí el tránsito del agua,

dispara el revoloteo convertido en viejas golondrinas

llévate de mí el grito,

el gatillo,

raíz del nervio germinado en la hondura

luz devuelta a la entraña del polvo,

porque cada cosa no resuelta entre nosotros será eso;

como un golpe para mí,

como otro grito,

como una telaraña provocada por estas gotas de piedra.

lunes, 12 de octubre de 2020

 Esta casa vacía es el cuerpo
de un hombre ahorcado
a la medianoche.

Toros café superior nutren
vivamente su placenta
de Ser escondido.

Mastican palabras de otros pues
sabe que eso significa
destruir todo.

Dormitan en bolsas rellenas
de glaucoma recién
dispuesto.

Y ya descompuesto,
el hallazgo fue reportado
dentro del cuerpo de otro hombre.

sábado, 10 de octubre de 2020

 

El tercer golpe crujió en la superficie empañada y Rodolfo resolvió hacerse un ovillo sobre el cálido regazo de su madre. 


—No tengas miedo, es tu abuelita, vino a saludarnos.

—Mamá pero...

—Shh, no hables y vamos a rezar, además tú la querías mucho ¿no es así?


Recitaron los primeros versos mientras el cuarto se llenaba de un empalagoso aroma a perfume de Lavanda, y una tercera voz, se unía a ellos en oración desde el otro lado de la ventana. 

viernes, 9 de octubre de 2020

 

Quiero amar y amarte.

Amar hasta

olvidarme. 

De todo cuanto poseo. 

Quiero morar en tu Ciudad.

Ser candil, 

atento obrero, 

y habitante. 

No se recorte más como

golondrina al vuelo

mi dulce propósito. 

Hoy quiero amar, 

ésta verdad, 

tanto como a ti. 

 

Amén.