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sábado, 10 de octubre de 2020

 

El tercer golpe crujió en la superficie empañada y Rodolfo resolvió hacerse un ovillo sobre el cálido regazo de su madre. 


—No tengas miedo, es tu abuelita, vino a saludarnos.

—Mamá pero...

—Shh, no hables y vamos a rezar, además tú la querías mucho ¿no es así?


Recitaron los primeros versos mientras el cuarto se llenaba de un empalagoso aroma a perfume de Lavanda, y una tercera voz, se unía a ellos en oración desde el otro lado de la ventana. 

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